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Almadraba de Nueva Umbría Landscape Interventions / sol89

Jan 25, 2024Jan 25, 2024

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Texto descriptivo proporcionado por los arquitectos. El Real de la Almadraba fue construido en 1929 y, una vez abandonado en los años setenta tras cuatro siglos de dedicarse al arte de la pesca del atún en la costa onubense, fue declarado BIC (Bien de Interés Cultural, categoría del registro patrimonial en España ) en 2015. Está situado en el espacio natural protegido de la Flecha del Rompido, formado por tres zonas bien diferenciadas: una zona residencial formada por una serie de edificaciones situadas a modo de campamento donde vivían los trabajadores de la Almadraba; la Casa del Capitán, edificio de mayor envergadura y algo alejado del resto del conjunto; y el conjunto de edificaciones que permitían el mantenimiento de las artes de pesca, compuesto por el malecón, la cabina de diesel, la caldera de fundición de alquitrán, su chimenea y el pozo de alquitrán.

La intervención afecta a estos últimos edificios y se completa con un nuevo camino peatonal que une las dos márgenes: la desembocadura del río Piedras y el océano Atlántico. La reforma se divide en dos zonas, el pantalán y la cabina de gasóleo, que se encontraba en estado de ruina quedando sólo sus restos, y la caldera, la chimenea y el pozo de alquitrán, que se encontraban en mejor estado de conservación, aunque en necesidad de una intervención considerable. El malecón era un edificio inundable construido con piedras locales que funcionaba como presa. Podemos encontrar este tipo de embarcadero en otros conjuntos de trampas de Andalucía, con un método de construcción que se remonta a la época romana. Las difíciles condiciones de ejecución, debidas a las mareas en la desembocadura del río y las complejas condiciones de abastecimiento de este espacio natural, nos llevaron a reconstruir el malecón con una técnica cercana a la romana: a partir de la traza del antiguo malecón, aprovechando su restos como cimentación, se construyó un muro perimetral de hormigón ciclópeo con piedra local grauwaca mediante alicatados que aprovecharon la bajamar para su ejecución. Estos muros, reforzados con fibra de vidrio en lugar de acero para evitar problemas de corrosión, están arriostrados por una solera inferior y otra superior, formando un cajón capaz de absorber los fuertes empujes horizontales de la corriente del río. Esta forma de construcción aporta también una cualidad tectónica donde el hormigón, vertido por lotes y posteriormente triturado, permite aflorar la piedra autóctona y formar un volumen estratificado, casi geológico, más cercano al origen de este tipo de espigones y acorde con el entorno protegido. complejo y la orilla del río. Finalmente, la capa superior que conforma el pavimento del muelle se ranura mediante un molde ejecutado in situ que, impreso sobre el hormigón fresco, genera un dibujo en espiga, motivo que se repite en el Real de la Almadraba en los pavimentos. que se dedicaban al drenaje del alquitrán fundido.

Por otro lado, la reforma de caldera, chimenea, alquitrán y desagüe, toma como punto de partida criterios filológicos, gracias a que su estado de conservación, aunque deficiente, permite deducir las técnicas constructivas y los acabados. que se había presentado en el pasado. A la parte de la caldera se accede desde el pavimento ranurado del pantalán. Desde este punto, es posible entender todo el proceso de protección del arte de pesca con alquitrán. La caldera está formada por dos hornos y una chimenea que preside el conjunto y se accede subiendo una escalera con un área central que presenta un tramo acolchado que permitía el ascenso de los barriles de alquitrán, que se fundía y pasaba al fosa de alquitrán donde se colgaban las artes de pesca de un tendedero entre dos pilastras que descendían a las dos fosas de alquitrán fundido con una polea, sumergiendo así las redes. Finalmente, las redes iban al galpón de drenaje, donde se dejaban secar y se recuperaba el exceso de alquitrán derretido a través del suelo ranurado, ahora imitado en el pantalán. La restauración se ha realizado mediante el acarreo de piezas cerámicas encontradas en el yacimiento, reduciendo así la necesidad de aporte de material y garantizando la compatibilidad de su comportamiento, y con morteros de cal y pintura al silicato que favorecen la transpiración y dan a todo el conjunto un aspecto que hace referencia a su estado original, donde los volúmenes blancos, cuya refinada geometría procedía de su uso estrictamente funcional, destacaban en el paisaje.

La tercera intervención en la zona habilita un camino accesible entre las dos orillas. El alto valor paisajístico de este espacio natural protegido aconseja realizar una instalación reversible mediante un camino peatonal de madera que se adentra paulatinamente en la espesura de retamas y tunas. La geometría de esta pasarela resulta de atravesar los dos potentes cordones dunares que preceden al Océano Atlántico, evitando así fuertes movimientos de tierra que alterarían el paisaje existente y desniveles excesivos que impedirían el acceso a personas con movilidad reducida. El camino comienza con una plataforma apoyada directamente en el suelo para limitar el costo. Se eleva gradualmente sobre pilotes cuando es necesario alcanzar mayor altura para salvar los continuos desniveles, ofreciendo impresionantes vistas. El diseño de la pasarela y las barandillas se basa en los sistemas industriales habituales, aunque se han modificado las ménsulas para que los elementos protectores de la barandilla también sean de sujeción, dando como resultado un elemento más abstracto que atraviesa el paisaje sin denotar su escala, mientras impidiendo que los peatones accedan al espacio natural fuera del ámbito de la pasarela, protegiendo así al junquillo, cardo, azucena, rúcula, así como de la nidificación de aguiluchos, cigüeñas y garcetas.

Este proyecto de paisaje protegido y conjunto arquitectónico ha pretendido recuperar el significado industrial del proceso de pesca con almadraba, revelando así la herencia patrimonial y etnológica de un antiguo arte pesquero que convivía en sintonía con el paisaje de la costa onubense.

Agustina Coulleri